martes, 27 de abril de 2010

El bibliotecario y la promoción de la lectura

Si habláramos de los hábitos de lectura de hoy en día, la primera frase que saldría a colación sería la siguente: "la gente no lee". Una afirmación, en mi opinión, algo categórica. Habría que preguntarse exactamente qué quiere decir, y sobre todo, ponerla dentro de un contexto. ¿No lee en comparación con los niveles de lectura de hace veinte años? ¿No hay nadie que lea, o existe un pequeño porcentaje de la población que sí lo hace, y muy a menudo, pero son los únicos que leen?


Al margen de este debate, que merece una entrada diferente, quisiera hacer un inciso sobre el papel del bibliotecario como clave para la lectura. Aunque nuestro papel no esté tan presente en la sociedad como nos gustaría, y que la biblioteca aún se sigue viendo como un "armario para libros", alejado de los intereses de las personas y a donde alguien va simplemente para tomar un libro en préstamo, es innegable que nuestra labor ha sido un aliciente para que muchas personas "analfabetas funcionales" hayan comenzado a leer. El escritor José Luis Sampedro habla de la iniciativa de una joven bibliotecaria, que hace años preparó un pequeño rincón en su biblioteca para los niños, el cual servía de guardería. Las madres dejaban ahí a los niños mientras acababan de hacer sus tareas, y luego los recogían. Gracias a este rincón, no sólo los niños comenzaron a acercarse a la lectura, sino que muchas madres, que hasta entonces no habían tocado un libro, hojeaban uno, se quedaban prendadas y acabaron siendo auténticas devoradoras de libros.


Es reconfortante ver cómo una pequeña iniciativa sirvió para acercar a la literatura a personas que no habían accedido antes a la misma. Resulta maravilloso para el bibliotecario imaginarse a esas amas de casa, que jamás habían leído, ahora convertidas en asiduas usuarias de la biblioteca, y a esos niños que, una vez crecidos, siguieron yendo a ella. Vemos que la labor de la bibliotecaria dio sus frutos, y nos anima a seguir sus pasos.


Cuando preguntamos a los estudiantes de biblioteconomía y documentación sobre este aspecto, absolutamente todos se muestran entusiasmados con la idea de convertirse en puentes entre el libro y el lector. La organización de actividades culturales, la ayuda a la hora de escoger un título... son tareas que nos animan a seguir teniendo fe en nuestra profesión y en nuestro futuro. No queremos ser máquinas expendedoras de libros. No queremos conocer perfectamente las reglas de catalogación, pero olvidarnos del factor humano. Queremos ser bibliotecarios, ser una ayuda para los ciudadanos que ya son usuarios y el aliciente para crear muchos usuarios más. Queremos recuperar, con nuestro trabajo y con nuestra ilusión, el espíritu de la biblioteca de Alejandría: la biblioteca como lugar de reunión de los ciudadanos y aliciente de la Cultura, en mayúsculas. Y, ¿por qué no? Queremos conseguir, en medida de lo posible, subir esos pobres índices de lectura.


En los nuevos planes de estudio no se contempla la instrucción en las herramientas necesarias para llevar a cabo una exitosa promoción de la lectura. Un joven bibliotecario recién titulado precisa de una educación que sirva de trampolín para llevar a cabo sus planes en el mundo laboral, los cuales, como ya hemos visto, no se reducen a ser simples gestores de libros. Cabría preguntarse qué comprenden esos ilustres legisladores por biblioteca, qué es lo que esperan de ella y, sin ánimo de ofender, si alguna vez han sido usuarios de una.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradezco cualquier colaboración, pero tened en cuenta que los mensajes como spam o de contenido ilegal u ofensivo serán eliminados.